Entorno natural
Tanto el comienzo como el final de la Etapa transitan por las arcillas y areniscas del Aljibe del Flysch del Corredor Colmenar-Periana; los paisajes son básicamente alomados pero muy complejos geológicamente hablando, y con tendencia a embarrarse. En la parte central el camino va justo a pie de la montaña, con lo que los paisajes resultan muy serranos, con las moles rocosas levantándose 700 metros por encima de las alquerías, donde son frecuentes los derrubios de ladera, los cortados de caliza gris y las fuertes pendientes desarboladas. Es este el flanco meridional de las Sierras de Alhama y Guaro (con La Torca, 1.500 m como cumbre señera) y la Sierra de Enmedio (Vilo, 1.415 m). El drenaje de estas moles calizas al contacto con las arcillas impermeables provoca surgencias como la de Guaro o los Baños de Vilo, pertenecientes ambos a la cuenca del río Vélez. El río Guaro emerge de una surgencia vauclusiana que revienta en las épocas de lluvia y se agosta rápidamente y, aún así, es uno de los principales aportes al Pantano de la Viñuela, con hasta 100 l/s.
El otro elemento hidrográfico que vertebra el paisaje es el río Sabar, que proviene de los Llanos de Alfarnatejo y Alfarnate, la Sierra del Jobo y las vertientes septentrionales de las que se han descrito antes. En la zona en la que se vadea, su caudal es importante, llegando incluso a tener peces (barbos y cachos principalmente) en algunos tramos, y siendo especies habituales el galápago leproso, la culebra viperina y bastantes anfibios. La vegetación de ribera es aquí profusa, fundamentalmente de fresnos, sauces, cañas y adelfas, mientras que en ambos márgenes son comunes aquí los olivos y algarrobos centenarios, de tortuosos troncos. A la postre, el río Sabar es tributario del Guaro y este forma la cola norte del Embalse de la Viñuela, que se visitó en la Etapa 8 del GR 249.
En estos entornos dulceacuícolas hay una bonita comunidad de aves de ribera, desde la lavandera cascadeña en las rocas del cauce y la orilla hasta el cetia ruiseñor cantando sonoramente desde la vegetación. Es destacable la población de zarcero bereber (Iduna opaca) que cobija este pequeño río malagueño, una de las de mayor altitud de la provincia. Es una especie estival en Málaga, aún no lo suficientemente conocida, que tiene preferencia por formaciones cercanas al agua en ambientes semiáridos, como tarajales, cañaverales, saucedas y choperas. Es un ave transahariana que inverna en África tropical.
Aunque discurriendo por un paisaje mixto, el primer ascenso resulta muy interesante desde el punto de vista medioambiental. Hay una mezcla abigarrada de numerosos peñones calizos muy afectados por la erosión y un dédalo de corredores tomados por un matorral alto con encinas, gayombas, retamas, aulagas y coscojas prometiendo un futuro bosque maduro. Este entorno tan particular cobija a un ave invernante de interés, el acentor común, que rara vez se deja ver pero emite continuamente un agudo silbido algo discordante que delata su presencia. Es un buen hogar también para los tejones.
Un poco más arriba, son de destacar los espléndidos ejemplares de pino carrasco que jalonan el camino asentando los taludes en la zona donde se hace el principal quiebro del recorrido hacia las aldeas. En este terreno mixto cabe citar la presencia de la liebre ibérica (Lepus granatensis). Se trata de una especie endémica de la península Ibérica, donde está presente sólo en la mitad centro y sur. En general está ligada a los medios abiertos, los cultivos, los prados, las estepas o las zonas con matorral disperso y arbolado con escasa cobertura formando sotobosque, y en dehesas, humedales e incluso zonas dunares. Pero, como aquí, también en cultivos arbóreos como el olivar y en entornos en mosaico. Es solitaria, aunque de noche y en hábitats óptimos pueden congregarse grupos de muchas liebres, siempre en zonas donde abunde el alimento. Está activa sobre todo durante la noche, pudiendo recorrer hasta 7 km en busca de alimento en cada jornada. Las liebres se pueden reproducir prácticamente todo el año. Tanto los machos como las hembras están sexualmente activos todos los meses, pudiendo haber partos en cualquier época. Suele nacer una cría por parto, menos frecuentemente dos. Al contrario que el conejo, ni excava madrigueras ni tienen letrinas (cagarruteros).
El entorno más particular de la Etapa son los acebuchales casi puros y de comportamiento rupícola de las cercanías del Cortijo de Zapata y del monte del Cerrajón de los Baños, que rememoran la selva mediterránea con multitud de enredaderas y arbustos de hoja perenne. El acebuche (Olea europea var. sylvestris) es un olivo silvestre que se diferencia de la variedad cultivada por su porte arbustivo, sus hojas de forma oval, su menor tamaño y por su fruto bastante más pequeño. El aceite que se puede obtener de la acebuchina posee mayor contenido de esteroles y terpenos si se compara con el de los olivos, pero su rendimiento es mucho menor. Este arbolillo aparece acompañando a las encinas, quejigos y alcornoques, o en los matorrales que resultan de su degradación, junto al lentisco, mirto, palmito o espino negro, indicando su termicidad. Vive en zonas de clima típicamente mediterráneo y resiste bien la sequía, las altas temperaturas estivales y el viento, aunque es sensible al frío y las heladas, por lo que suele refugiarse en zonas resguardadas y orientadas al sur en aquellas localidades de montaña por encima de los 1.000-1.200 m, como ocurre aquí.
Los acebuchales y olivares resultan un lugar idóneo para la alimentación en invierno de grandes números de currucas capirotadas y de zorzales comunes, un ave exclusivamente invernante en nuestra provincia. En estas zonas en las que la Etapa nos acerca a las moles calizas del Arco Calizo Central podremos encontrar el rápido y poderoso vuelo del halcón peregrino o incluso oiremos algún bando de chova piquirroja, que abunda en esas paredes rocosas. Durante la época de reproducción es recomendable buscar entre los vencejos que allí vuelan al real, fácilmente reconocible por su gran tamaño, largas alas y partes inferiores blancas con un collar marrón.
La última parte del recorrido vuelve a recuperar el terreno tremendamente arcilloso, un entorno rural donde quedan bosques islas de encinas y matorral de colonización de retamas, abulagas y plantas aromáticas. Este es el lugar idóneo para la recogida de material de construcción de las avispas alfareras, himenópteros del género Eumenes. Estas avispas no son fáciles de ver: solo una concienzuda búsqueda entre las flores o sobre el suelo húmedo permiten su observación. Sin embargo, sus característicos nidos llaman la atención cuando son colocados sobre las construcciones humanas: mezclando el barro húmedo con su saliva (que contiene unos compuestos químicos que actúan como pegamento) elaboran un nido semicircular con un agujero, a menudo con forma de cuello de botella. Una vez terminado, introduce dentro de él orugas de lepidópteros sedadas con el veneno de la avispa y cuando tiene comida suficiente almacenada, pone un huevo, sella la entrada y abandona el nido. La larva de la avispa alfarera crecerá en el interior alimentándose de las orugas de mariposas y tras varias semanas o meses, saldrá como avispa adulta.