Entorno natural
Cuevas Bajas está al nivel del río Genil, con lo que cualquier ruta que se dirija hacia el altiplano de Antequera debe ascender. La etapa 16 lo hace, hacia el sur, por la loma que separa los dos cursos de agua principales de la zona, el río Burriana y Barranco Hondo. Hasta Alameda hay un largo periplo por el mar de olivos y cultivos de secano de Antequera, con un rosario de espectaculares cortijos repartidos por inmensas fincas, como centros neurálgicos de estas grandes explotaciones agrarias donde también se practica la caza menor.
El río Burriana ha sido encauzado a su paso por la localidad de Cuevas Bajas, y apenas cuenta con algunos carrizos, aneas y cañaverales. Entre los árboles, sólo álamos, tarajes y chopos. El cauce tiene bastantes sedimentos arrastrados de las lomas cercanas y todavía se ven los efectos de las riadas ocasionales. La cercanía con las vegas del Río Genil proporciona al senderista la posibilidad de ver alguna noria o los sistemas de acequias de riego.
Barranco Hondo resulta ser una rambla a menudo seca donde persisten los tarajes, adaptados a suelos salinos. El camino lo cruza y asciende por la loma que hace de divisoria de cuencas con el anterior río. Ya al final de la etapa se cruza otro cauce, el del Arroyo Gaén, que si bien en la zona presenta un aspecto desangelado, más abajo (hacia la derecha) cobija varias zonas de matorral primigenio con árboles autóctonos.
La etapa es bastante larga y en principio podría resultar monótona, pero afortunadamente hay bastantes elementos que dinamizan el paisaje, un par de ellos realmente singulares. Aparte de las cortijadas tradicionales, las lagunas que se localizan en los alrededores de uno de ellos, el de la Sarteneja, suponen un oasis hídrico para un sinnúmero de aves y algunos anfibios. Como también son un refugio para los mamíferos y aves, cinegéticos o no, los inesperados bosques islas entre los cortijos de la Serafina y el Duende. Varios son de buenas dimensiones y se encuentran en pleno sendero, con lo que es fácil apreciar la vida que bulle en ellos o la red de conejeras que los socavan.
Bajo las encinas y coscojas prosperan algunos arbustos propios del sotobosque del monte mediterráneo, conformando un abigarrado e impenetrable seto. Ahí es posible localizar algunas enredaderas, el matagallo o la abulaga. Y también la Jara estepa o blanca (Cistus albidus), llamada Ardivieja en algunos lugares de Málaga pues sus ramillas interiores secas se utilizaban para prender la lumbre. No obstante, tiene muchísimos nombres vernáculos, dado que es una planta muy extendida y conocida que crece desde el nivel del mar hasta los 1.000 metros de altitud. De todas las jaras malagueñas, es la que tiene un color más claro, un verde pálido en las hojas, recubiertas de una fina y suave pilosidad. Forma parte de los encinares degradados y de los terrenos en recuperación, con atractivas pero efímeras flores de color rosa con botón central amarillo.
En estos bosques isla, de importancia capital, se ve carbonero, alcaudón común y pinzón vulgar. En invierno hay concentraciones de ratoneros comunes huyendo de los fríos norteños, y no es raro observar algún aguilucho pálido, milano real o esmerejón.
En todos lados aparecen los cagarruteros propios de un animal antaño mucho más abundante, el Conejo (Oryctolagus cuniculus). Este lagomorfo pariente de la liebre es mucho más pequeño que esta, de coloración pardo grisácea y orejas más cortas. Excepto en la alta montaña o en bosques muy densos, donde se rarifica, está presente en casi cualquier ecosistema, incluidas las dunas litorales, pero es en esta zona donde se dan las mayores densidades provinciales, sobre todo en linderos y márgenes de vías de comunicación. Aunque necesita suelos blandos para excavar sus madrigueras, las sustituye por roquedos, grietas, muros o majanos si es necesario. El conejo está potencialmente presente en la dieta de todos los carnívoros malagueños, muchas rapaces y otros animales, con lo que se considera especie clave de los ecosistemas mediterráneos. Por ello, la merma que sufren sus poblaciones a causa de la mixomatosis en verano y la neumonía hemorrágica en invierno afectan directamente a esas especies.
Desde el punto de vista medioambiental lo más destacado son las lagunas de la Sarteneja. La primera que se ve es la mayor, enfrente del cortijo. Es muy somera pero con una lámina de agua bastante extensa, lo que permite la visita de numerosas aves. En un cruce inmediato de carriles, hacia la izquierda, hay un acceso entre una casa abandonada y unos setos de hierba de la pampa que llevan hasta el dique de separación de ésta con una laguna profunda que mantiene el agua más tiempo, como demuestra el cordón de juncos perimetral, permitiendo la vida a patos buceadores como los zampullines. Hay unos grandes eucaliptos entre ambas y un bosquecillo de tarajes.
Un poco más adelante, al lado de la autovía, hay otra zona que se encharca, de tamaño intermedio entre las anteriores y menos interesante desde el punto de vista de la vegetación. En estos humedales se producen concentraciones de ánades reales durante el invierno, junto a fochas comunes. También pueden observarse polla de agua, chorlito dorado en invierno, e incluso flamencos y garzas reales.
Estas lagunas temporales ofrecen uno de los mayores espectáculos de la naturaleza malagueña: la emergencia de los Braquiópodos. Estos seres son unos crustáceos, como que las gambas, langostinos o cangrejos. Sin embargo, se han adaptado a la temporalidad de las aguas y a resistir años o décadas en el suelo seco, en la fase de huevos. Así, los huevos de algunas especies como el Triops, son capaces de aguantar, además de la sequía de la laguna, el cultivo agrícola (tanto cereal y otros de secano como los olivos), el movimiento de tierras y el uso de productos fitosanitarios. Cuando se dan las condiciones meteorológicas adecuadas y se llenan las lagunas temporales lo suficiente, emergen los Triops de sus huevos y en pocas semanas completan su ciclo, dejando unos huevos que podrán pasar de nuevos años o décadas antes de poder eclosionar.
Los extensos campos de la ruta se consideran el sustituto paisajístico de las estepas, que en puridad son las praderas herbáceas de cobertura permanente. Muy bien representados aquí, estos entornos acogen a un tipo de avifauna particular, que está restringida a la Málaga más septentrional y constituyen una comunidad singular en el contexto europeo que actualmente requiere de esfuerzos de conservación para especies como el sisón y el aguilucho cenizo, pero también la alondra, la calandria o una pequeña población del escaso alzacola. También está presente el alcaraván (Burhinus oedicnemus), llamado en Málaga alcarril o alcarrí, probablemente como onomatopeya del lastimero y muy distintivo canto que emite en el crepúsculo, cuando el resto de las aves no muestran actividad. Se le considera una limícola, si bien habita en lugares secos y abiertos, como pastizales o estas áreas cultivadas. De tamaño medio, tiene colores muy crípticos y diseño barreado, destacando sus grandes ojos y su pico amarillo con punta negra. Residente en la provincia, anida en el suelo donde pone de uno a tres huevos.