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Gran Senda de la Serranía de Ronda (GR 141). Etapa 06.: Alpandeire - Ronda

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Gran Senda de la Serranía de Ronda (GR 141). Etapa 06.: Alpandeire - Ronda
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Tipo etapa Lineal
Tipo de firme Asfalto, pista de tierra y veredas consolidadas
Distancia 18800 m.
Tiempo estimado 7:00 h.
Punto de inicio Junto a la entrada del Hotel la Casa Grande
Altitud 688 m.
Punto de llegada Barrio de San Francisco
Altitud 700 m.
Desnivel neto en metros 3183 m.
Desnivel acumulado de ascenso en metros 1622 m.
Desnivel acumulado de descenso en metros 1561 m.
Dificultad

Azul - Fácil

Severidad del medio natural 1
Orientación en el itinerario 2
Dificultad en el desplazamiento 2
Cantidad de esfuerzo necesario 4
Valoración según método MIDE
Sistema SIDIF

Resumen

Resumen
Descripción
Cómo acceder
Características
Formas de recorrer
  • Características
    Tipo de Tramo Longitud % del total
    Longitud Total 18800
    Tramos de asfalto o cemento 2266 12 %
    Tramos de pista o camino forestal 9425 50 %
    Tramos de senda 7109 38 %
  • Formas de recorrer

    A pie, a caballo. En referencia a la forma de tránsito en las diferentes etapas, recordamos que éstas están dividida en tres categorías (a pie, en bicicleta todo terreno o BTT y a caballo). No obstante, cuando indicamos que se puede realizar a pie, siempre nos referimos al 100 % de la etapa; mientras que, en el caso de la BTT y a caballo, dependerá de las restricciones temporales y las normativas municipales, por lo que tendremos que elegir trazados paralelos o alternativos que nos permitan el tránsito. También recordamos que el uso de la BTT, dependiendo de la etapa o sendero, puede tener lugar por recorridos sobre pavimentos irregulares y con altos desniveles, por lo que pueden entrañar alguna o mucha dificultad técnica.

    • A pie
    • A caballo

    Señalización

    Señalización

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Entorno natural
  • Entorno natural

    La sexta etapa de la Gran Senda transcurre por el escenario de transición de dos territorios sumamente importantes en el contexto geográfico e histórico de la comarca: por un lado, la cuenca de recepción del arroyo Audalázar, a la postre una de las principales cabeceras del Genal; y, por otro, la Meseta rondeña, ubicada en el centro del anfiteatro de cordilleras que conforman la Serranía de Ronda.

    El primer tramo aprovecha la Vereda de la Fuente del Espino y dirime el quebrado valle del arroyo Audalázar para auparse a la Vereda del Camino de Ronda, vieja conocida de la etapa anterior. El panorama desde este pago, de sur a oeste, es igualmente amplio y sugestivo, pues comprende hitos tan significativos como sierra Crestellina, los Reales de Sierra Bermeja, toda la cuerda de la dorsal con los pueblos de Benarrabá, Algatocín, Benalauría y Benadalid, al que un poco más adelante se suman Atajate y las desnudas cumbres de Martín Gil y sierra de los Pinos envolviendo por su flanco oeste al Valle del Guadiaro. Apenas llevamos un kilómetro recorrido cuando alcanzamos la Junta de las Vereas, de donde se deriva en descenso el camino de Atajate.

    Nosotros seguimos al frente, avistando el cerro del Conio, caracterizado por el lapiaz erigido en la cúspide, y el cerro de los Frailes, pelado en la cima, pero contorneado por un prolífico encinar. De momento, la tónica general de la vegetación circundante es pródiga en olivos, almendros, higueras y vides cuyos gajos se cuelgan de los muros linderos. Las encinas, por su parte, cada vez son más abundantes.

    Desde ese privilegiado mirador natural oteamos el encajado valle del Audalázar aprisionado entre los cortados calizos del tajo de los Castillejos y la empinada ladera del cerro de los Frailes, donde predominan los materiales metamórficos. Este es el territorio del águila perdicera (Aquila fasciata), ave rapaz de gran envergadura, residente anual, que construye sus nidos normalmente en cantiles rocosos. Es fácilmente identificable en vuelo, dado el contraste de la zona oscura de la parte posterior de las alas en contraposición con la zona anterior, mucho más clara. Se alimenta básicamente de pequeñas y medianas aves como la perdiz y la paloma; también de roedores y conejos. La provincia de Málaga tiene la enorme suerte de contar con una de las mayores poblaciones de toda la cuenca mediterránea.

    Por aquí, debido a lo abrupto del terreno, vemos básicamente retamas, ardiviejas, cornicabras y algunos acebuches. No ocurre lo mismo en la ladera contraria, más dócil y envuelta en un encinar con claros que propició la actividad agropecuaria y por ende la existencia de varios cortijos, entre ellos los de Márquez, Rozas Bajas, Las Rozas y Roza Llana. Actualmente están abandonados pero en la zona se datan ocupaciones humanas de tiempos pasados, como se desprende la presencia de algunos dólmenes y tégulas dispersas y otros restos de época romana.

    Durante el trayecto conoceremos una curiosa encina tendida desde el balate, idónea para sacar una bonita foto. Sin más contratiempos nos acercamos al vado del arroyo Audalázar, también llamado Laza. El cauce suele estar seco, sobre todo en verano, pero un humilde venero llamado Chorrillo Barrera, suele colmatar una pocita apetecida por las aves del lugar. El barranco, aguas abajo, se halla cubierto por una maraña impenetrable de mimbres y adelfas.

    En lontananza ya avistamos el horcajo donde confluyen las cinco cañadas que formalizan el cerrado valle del Audalázar. En estas laderas clareadas del encinar convive con otras especies mediterráneas el labiérnago (Phillyrea angustifolia), arbusto perenne con un denso ramaje y de corteza más bien lisa. Destacan más en el paisaje durante el otoño, cuando podemos ver sus pequeñas drupas que viran del rojo al negro de la madurez. Es una especie androdioica cuyas flores desprenden un atractivo olor para los insectos, lo que favorece la polinización. Las aves que se alimentan de sus frutos son las encargadas de dispersar las semillas. Se utiliza en jardinería para crear setos.

    En adelante, un grupo de chopos delatarán la ubicación del huerto y ruinas del cortijo de la Mimbre, hacia donde se encamina el GR-141. Lo más llamativo, además de la ubicación del huerto entre nogales e higueras, es la alberquita que tuvo el cometido de lavar los minerales. Para saber de esa actividad debemos retrotraernos a 1725, cuando en tiempos de Felipe V, en tierras de Júzcar se instala una importante industria siderúrgica, la Real Fábrica de hoja de lata de San Miguel. Las minas del material de hierro están un poco más altas que el Sendero, con millares de bolitas metálicas directamente en el suelo que generaron el topónimo de los Perdigones.

    Varios fueron los motivos para instalar la factoría a orillas del río Genal: la riqueza forestal, vital para alimentar a los altos hornos; la presencia de varias minas de hierro; la cercanía de los puertos marítimos, imprescindibles para llevar la hoja de lata a los mercados iberoamericanos y, por último, la fuerza motriz de las aguas del Genal, encargadas de poner en funcionamiento los ingenios. Por distintos motivos, la fábrica dejó de funcionar 50 años después.

    Enfilamos la marcada vereda, sujeta por jorfes, junto al arroyo de la Fuente del Espino, cuyo lecho, aunque normalmente no lleva agua, lo hace con violencia en periodos de lluvias, como se deduce al ver las rocas totalmente pulimentadas por la fuerza abrasiva.

    Desde el punto culminante de la jornada, el deforestado puerto de Encinas Borrachas, se abren amplias panorámicas al Parque Nacional Sierra de las Nieves y a la depresión de Ronda envuelta por vastos encinares. En estos terrenos pedregosos y baldíos se desenvuelve con soltura la víbora hocicuda (Vipera latastei), de menor longitud que la mayoría de las culebras y caracterizada por su prominente cabeza, bien diferencia del cuerpo, con un hocico destacado hacia arriba y pupilas verticales. Sus presas son pequeñas aves y mamíferos y algún que otro reptil, a las que acecha en zonas de paso y mata inoculando su veneno. Desde tiempos inmemoriales ha sido perseguida por el ser humano, de ahí que este endemismo ibero-norteafricano haya estado en regresión. Está incluida en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección oficial.

    El arroyo de Sijuela, en cuya cabecera nos encontramos, es el modelador del paisaje que ahora recorremos. Las aguas de este curso estacional, al menos en este tramo, han perfilado durante miles de años la garganta fluvial sobre las molasas y areniscas, dibujando entalladuras, tajos y algunas cavernas de gran tamaño, como es el caso de la cueva del Abanico. Las aguas infiltradas son las causantes de las estalactitas que adornan el techo. Por otra parte, este lugar es frecuentado por escaladores, de ahí los anclajes metálicos colgados de las paredes. Junto a la cueva se desarrolla otra más pequeña pero mucho más umbría y estrecha. Se puede acceder hasta el fondo, (unos metros) y regresar rodeando unos caos de piedra.

    Hace unos años, aquí se rodaron algunas películas de la saga del bandolerismo. Siguiendo la vereda, coincidente con el SL-A 40, se vadea el arroyo, profusamente cubierto de adelfas, y avanza por encima de la garganta, cuyo manadero se ubica bajo una higuera y dejar caer inmediatamente las nacientes aguas por una escondida cascada. En estos tramos, como podremos comprobar, el empedrado luce sus mejores galas, de factura medieval. El nombre del paraje, Abanico, se lo da una enorme piedra con esa forma que parece mantener un frágil equilibrio desde el suelo. Ahora subimos por una fuerte pendiente, pasamos una angarilla y nos posicionamos en un ensanche en alto que permite gozar de la garganta en todo su esplendor.

    A finales del verano e inicios del otoño estos montes son frecuentados por amantes de la naturaleza que vienen a disfrutar de la berrea del ciervo (Cervus elaphus), cuando los machos emiten fuertes bramidos. Este gran mamífero, desaparecido antaño de nuestros montes, fue reintroducido con fines cinegéticos y ahora se ha expandido por sus antiguos predios. Es un ramoneador y pastador nato, alimentándose de ramas, hojas, hierbas y frutos. Durante el celo, los machos luchan entre sí y el ganador será el encargado de cubrir a las hembras. A finales del invierno se produce el desmogue, cuando a los machos se les desprenden las cuernas.

    Nos desviamos del arroyo de Sijuela y penetramos en un bonito encinar custodiado por las paredes de arenisca y con vistas al valle por donde discurre el incipiente Guadiaro. Finalmente, entre campos de labor y cortijos, accederemos a Ronda a través del popular barrio de San Francisco, dando por finalizado el periplo del GR-141.