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La pandemia de la COVID-19 frena la lucha contra el cambio climático

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La pandemia de la COVID-19 frena la lucha contra el cambio climático

La COVID-19 ha frenado considerablemente la lucha contra el cambio climático, aunque es cierto que hemos asistido a hechos que han beneficiado el medio ambiente.

Los confinamientos nos han dejado estampas increíbles de animales salvajes en zonas donde hacía décadas que no habitaban. Además, las emisiones de CO2 en las grandes ciudades han disminuido hasta cifras no conocidas con anterioridad. Sin embargo, las emisiones de gases de larga duración han seguido aumentando en la atmósfera, por lo que el problema no ha mejorado al menos de manera significativa.

El último lustro será, casi con total seguridad el más cálido registrado hasta el momento. A pesar del cese de la actividad industrial casi a nivel mundial, han sucedido fenómenos como grandes incendios que han provocado emisiones récord de CO2 en el Ártico.

Un informe de las ONU y la Organización Mundial Meteorológica ha concluido que los bloqueos tuvieron un efecto positivo para el calentamiento global, y es que las emisiones de gases de efecto invernadero llegaron a caer hasta un 17% con respecto al pasado año 2019. Sin embargo, no ha sido suficiente como para hablar de un avance o una mejora significativa para el clima. La lectura positiva, es que hemos podido comprobar que mejorar la situación posible. Pero debemos ser conscientes de que el cambio climático no se ha frenado.

La COVID-19 nos ha mostrado que es posible frenar el cambio climático

La covid19 ha tenido unos breves pero intensos efectos positivos contra el cambio climático. O más bien sus consecuencias. Nadie puede decir que no estemos viviendo una trágica situación en el mundo. Pero si podemos sacar algo positivo, es que hemos podido comprobar que frenar el cambio climático y desacelerar sus consecuencias, es una realidad más que posible. La hemos experimentado. Tener que reducir la actividad y cesarla en muchas partes del mundo ha reducido la emisión de gases perjudiciales y de efecto invernadero. Pero con la vuelta a cierta normalidad  estos efectos no han perdurado, y no suman demasiado en el cómputo global. De hecho durante el verano se han alcanzado los niveles del año anterior en la misma fecha.

El problema es que el CO2 dura siglos, por lo que una pequeña cantidad hace que el calentamiento global aumente de forma exponencial. Este año, se ha desacelerado un poco la emisión de gases, pero no significa que se le haya puesto freno.

Un ejemplo muy claro de esto, es que grandes extensiones de territorio de Siberia han sufrido este año fuertes olas de calor que nunca habrían tenido lugar de no haber un calentamiento global y un aumento generalizado de las temperaturas en el planeta.

La COVID-19 muestra el camino para enfrentar el cambio climático

La pandemia de coronavirus nos ha mostrado qué debemos hacer para desacelerar y conseguir llegar a frenar el avance sin control del cambio climático. La reducción de gases nocivos debe reducirse drásticamente para no superar el umbral de seguridad de 1,5 grados en el calentamiento global.
Dentro de una década el planeta necesita que los seis principales países productores de carbono deben reducir considerablemente sus emisiones para no superar ese umbral de seguridad. No es una acción imposible. Pero desde luego no va a ser sencillo. Para que nos hagamos una idea, sería necesaria una pandemia al año de aquí al final de la década, refiriéndonos por supuesto, a la tasa de reducción de la actividad industrial que requiere la salud medio ambiental. De lo contrario, no sólo no vamos a revertir la situación, sino que se va a continuar agravando.

El nivel del agua sigue subiendo, y no sólo eso. Sino que está superando peligrosamente las estimaciones que se habían registrado años anteriores. Por otro lado, la extensión del hielo del Ártico también disminuye a un ritmo muy rápido. Más del 10% por década. Las sequías y las olas de calor facilitan los incendios forestales.

Debemos hacer que la recuperación que hemos podido palpar durante los confinamientos se convierta en una realidad con el compromiso de todos.

La biodiversidad se postula como la mejor vacuna contra la COVID-19

Cientos de científicos llevan años alertando de que el cambio climático conlleva la pérdida de biodiversidad, que es un catalizador para la aparición y expansión de virus y enfermedades infecciosas. La diversidad de flora y fauna actúan como protección. Muchas de estas especies son huéspedes de virus que son desconocidos para la humanidad. Al destruir ecosistemas y reducir la biodiversidad, obligamos a estos virus a saltar a otras especies, entre las cuales, nos encontramos los seres humanos. De hecho, se estima que más del 70% de las nuevas enfermedades son de origen animal.

Al destruir parajes naturales y extinguir especies, abrimos las puertas para que los virus se vean obligados a buscar otros organismos en los que sobrevivir. Por ese motivo, se ha demostrado que respetar el medio ambiente y proteger los ecosistemas son un seguro para disminuir considerablemente la aparición y la infección en seres humanos de enfermedades como la covid19.

En los próximos años, más del 10% de las especies del planeta pueden extinguirse. Ya no hablamos de una cuestión de respeto a la naturaleza o de obligación moral. Hablamos de supervivencia. Necesitamos cambiar nuestra manera de relacionarnos con nuestro entorno natural.

El coronavirus nos ha enseñado cómo podemos salvar el planeta