Itinerario
Los túneles del Rincón de la Victoria son una atalaya magnífica desde la que iniciar una senda que nos lleva unas veces por la arena de las playas, y otras por caminos de interior entre los cultivos y cañaverales, siempre bajo la presencia llamativa de las torres almenaras.
Resumen
Al este de la capital de la provincia empieza la costa de la Axarquía, con un paisaje bastante diferente del occidental. Aunque la urbanización concentrada es menor en comparación, el efecto llamada del clima y el relieve abrupto y montañoso cercano al mar aglomeran las edificaciones cerca de la costa. Hay veces en que la sierra acaba en el mar, creando escarpes y acantilados que pueden suponer un obstáculo para el senderismo o, como en El Cantal, el atractivo central de la zona.
La Etapa 2 comienza donde lo hace el término municipal de Rincón de la Victoria y sus otros núcleos de población, desde la Cala del Moral a la Torre de Benagalbón. Después anda por el litoral de Vélez-Málaga (Chilches y Benajarafe) pero se aleja progresivamente de la costa para deambular por los cerros de esquistos y pizarras, pasar por el célebre Peñón de Almayate y terminar en las fértiles huertas de la vega del río Vélez. Casi en todo momento coincide, pues, con el trazado este oeste que también lleva la Nacional 340, hermanada en varias ocasiones con la Gran Senda de Málaga, hasta que el sendero tira hacia el norte por el río Vélez.
Utiliza el GR-249 para progresar siempre en dirección este los paseos marítimos habilitados pero también caminos de tierra y pistas, la arena de la playa, senderos peatonales y arcenes de carretera. La heterogeneidad del recorrido juega a favor de la belleza de la etapa, con su constante cambio de firme, de relación y distancia con las playas y en definitiva de paisaje.
La Historia con mayúscula se asoma a la Gran Senda de Málaga mediante poblados fenicios, villas y factorías romanas, alquerías árabes, torres atalayas medievales, fuertes dieciochescos y canteras rodeando a caminos milenarios que en algún momento devinieron en vías férreas.
La naturaleza sobrevive tímidamente en los acantilados marinos y en los límites de las playas más anchas, con bellas poblaciones de plantas litorales. Todavía persiste aquí la costa rural y agraria con cultivos tradicionales de regadío en las llanuras de inundación del río Vélez, en el pasado produciendo caña de azúcar para ingenios y trapiches.
Lo mejor
El litoral oriental de Málaga aparece ante los ojos del viajero en el Rincón de la Victoria como una continuidad urbanizada donde las playas han sido constreñidas a veces hasta el límite, pero a tenor de los ingentes restos de ocupación prehistórica e histórica parece que nunca se libró esta línea de costa de la presencia humana. Es éste el primer aliciente de la etapa, comprobar cómo se ha encarado el recurso costa, de cuyos muy diferentes modelos productivos hay excelentes ejemplos.
Los problemas urbanísitcos tienen su base primero en el efecto llamada del clima, el principal activo del borde meridional malacitano. Después, el amontonamiento de infraestructuras y edificaciones está motivado, entre otros factores, por el relieve abrupto y montañoso que lo caracteriza. Hasta tal punto es así que hay veces en que la sierra acaba en el mar, creando escarpes y acantilados que pueden suponer un obstáculo para el senderista o, como en El Cantal, el atractivo central de una zona. Resulta interesante comprobar, por tanto, cómo se están mejorando los problemas heredados con actuaciones de corrección ambiental y gestión adecuada del uso público, patentes gran parte del recorrido. La belleza de esta parte del litoral malacitano, de las pocas con acantilados calcáreos, merece sin duda esta intección de cariño.
La Historia con mayúsculas se asoma a la Gran Senda de Málaga mediante cuevas de interés arqueológico, poblados fenicios, villas y factorías romanas, alquerías árabes, torres atalayas medievales, fuertes dieciochescos y canteras y caminos milenarios.
La naturaleza sobrevive tímidamente en los acantilados marinos y en los límites de las playas más anchas, con bellas poblaciones de hinojo marino u oruga de mar. Y, como retazo de la costa rural y agraria que todavía persiste, merece la pena aventurarse en lo que queda de cultivos tradicionales de regadío en las llanuras de inundación del Río Vélez, antes de llegar a Vélez-Málaga, donde puede sorprender al usuario la extemporánea estampa de una yunta de bueyes pajunos arando la misma tierra que sustentó en el pasado las centenarias fábricas azucareras, ingenios y trapiches a partir de la caña de azúcar.