Entorno natural
La sexta Etapa completa el recorrido por la Sierra de Almijara iniciado en la anterior, llegando a la localidad de Cómpeta que hace de bisagra con la montaña hermana, Tejeda, dentro del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. La Cruz de Canillas y el Cerro del Gavilán son, de hecho, los grandes hitos de esta zona del cambio geográfico entre estos dos macizos calcáreos de identidad propia y diferenciada.
Aunque el paisaje pueda parecer idéntico que hasta aquí, altas montañas de caliza dolomítica de fuertes pendientes, la altitud es mayor y la cercanía a la línea de cumbres disminuye, llegando a una altura de 1.200 metros y circulando bastantes kilómetros por encima de los 1.000 m. Los picos que se quedan al norte conforman una impresionante crestería que llega hasta los 1.782 m del Cerro de los Moriscos, con los del Lucero, el de la Venta Panaderos, el Arca o el Rajas Negras cerrando el horizonte.
Desde allí parten barrancos y arroyos con dirección predominante sur, algunos de escaso recorrido y sin caudal permanente, como el del los Bancales por el que se comienza, el del Acebuchal que sigue o las ramblas del final. Pero es el imponente Barranco Moreno el que marca la parte central del recorrido, la arteria fundamental de esta parte de la Almijara. De hecho, el interesante diseño de la Etapa se dedica a cortar secuencialmente cada uno de los drenajes del abanico de cabecera en la zona del Daire, muchos de ellos de aguas permanentes pese a la altitud. Es este el origen del mismo río Torrox que a la postre desemboca en el Mediterráneo tras más de 15 km de longitud y marca el final de la Etapa 3 y comienzo de la 4.
El Cortijo del Daire está situado justo en la cuerda que separa el Barranco de las Majadillas, al oeste, del Barranco Moreno, al este. Los dos arroyos que hay que vadear son, por orden, el de Juan Rojo y el del Mirlo (en otros mapas se nombra como arroyo de la Zarzadilla) los que forman al poco el Barranco Moreno y en los que subsisten algunos cerezos bravíos. Las zarzas se enseñorean de los cauces junto con adelfas y juncos, aunque hay algún sao. En el barranco de abajo el paisaje es más abierto, con adelfares principalmente. Todos estos cursos de agua bajan cargados de carbonatos y suelen dejar abundantes depósitos de toba. Por último, y en lo que respecta al agua, la parte donde se suceden las antiguas ventas como la de Cándido y la de Los Pradillos, es rica en nacimientos de agua, como lo atestiguan no sólo la toponimia sino también las junqueras y chopos que crecen entre los pinos.
Siguiendo secuencialmente el Sendero, y tras el paso fugaz por los subtropicales del arroyo de los bancales, los pinares de pino carrasco dominan el paisaje. Pero van a ir siendo sustituidos paulatinamente por los de resinero conforme se avanza por el barranco del Acebuchal, una rambla estrecha y seca que a la altura del poblado cobija diversos manantiales permanentes y algunas fuentes importantes más arriba, como la de la Venta Cebollero. En el valle encajado hay un matorral denso de enormes aulagas y romeros debido a una mayor humedad. Aquí encontramos dos plantas no muy habituales en tan alto número, como la albaida (Anthyllis citisoides) y el garbancillo (Ononis speciosa). Y en los pequeños cortados rocosos hay adelfa de secano (Bupleurum fruticossum).
Ya cerca del Puerto de la Páez Blanca el pinar presenta un aspecto en mosaico, resultado de los sucesivos incendios forestales, y son de resaltar los añosos resineros aislados, supervivientes de estos desastres, con troncos de formas caprichosas. A veces a cierta distancia aparecen bosques más densos, que dan idea del aspecto anterior a los incendios. Los densos romerales y aulagares que alimentan a las cercanas colmenas se ven sustituidos a veces por arenales dolomíticos donde aparecen las lagartijas colirroja y colilarga en una de sus mayores densidades. En verano comparten espacio con una mariposa de cierto tamaño pero muy mimética, la festón blanco (Hipparchia fidia).
Un poco más adelante aparecen las primeras violetas arbóreas entre el ralo romeral o colgando de los taludes de los carriles, alcanzando longitudes de dos metros pero con porte rastrero. La pajarita (Linaria amoi) es un endemismo malagueño y granadino que vive en exclusiva sobre suelos esqueléticos de origen dolomítico, sobre arenales y pedreras pero también en los taludes de caminos y en canteras abandonadas. A partir de mayo destacan por su color rojo intenso a púrpura de las hasta 20 flores agrupadas en numerosos racimos. En los abulagares hay que destacar la presencia de la collalba rubia, que se reproduce aquí en verano, escribano montesino o tarabilla común. Pero hay que destacar las abundantes currucas rabilargas (Sylvia undata), más fácil de detectar por su ruidoso reclamo o su elaborado cano. Deambulan estas aves entre el denso matorral pero, sobre todo en primavera, cuando se dejan ver, se observa que es un ave de pequeño tamaño con plumaje en general oscuro y una cola larga que normalmente muestran levantada. El dorso y la cabeza son gris pizarra, con un vientre marrón rojizo, patas anaranjadas y un anillo ocular rojizo. El macho posee unos bigotes de color blanco que destacan en la cabeza.
En estos pinares térmicos aparecen con frecuencia los cuatro páridos (carboneros y herrerillo), agateador común, reyezuelo listado, zorzal charlo, totovía, azor, águila calzada y gavilán. Las águilas perdicera y real y el halcón peregrino están en las gargantas. Entre las aves de hábitos nocturnos, destacar el autillo, el chotacabras cuellirrojo y el búho real. Entre los insectos cabe destacar las explosiones primaverales de la mariposa lobito de banda blanca (Pyronia bathseba), rondando las flores de la manzanilla de la sierra (Helychrisum stoechas), la zamarrilla blanca (Teucrium lusitanicum), el tomillo y el almoradux. Sus orugas se alimentan del abundante lastón y otras gramíneas.
Las laderas más áridas y expuestas al sol de esta etapa acogen a una pequeña araña endémica del sureste ibérico, solo conocida por el momento de las provincias de Albacete, Alicante, Murcia, Almería, Granada y Málaga: Loureedia colleni. La hembra es de color negro con multitud de pelos blancos, dándole un aspecto grisáceo. El macho es negro y en él destaca sus patas anilladas de negro y blanco y el dibujo blanco del opistosoma o abdomen. Este dibujo juega un importante papel en el cortejo, pues al igual que el resto de especies de la familia Eresidae, el macho realiza movimientos rítmicos, a modo de danza, alzando sus patas delanteras y mostrando el abdomen, con el fin de seducir a la hembra para el apareamiento.