Entorno natural
La segunda etapa del GR-243 nos mostrará lo más granado, desde el punto de vista forestal del Parque Nacional Sierra de las Nieves. El primer tramo discurre por el interfluvio del río Turón y su afluente, el arroyo de la Fuensanta. Ambos cursos fluviales albergan una interesante población de cangrejos de río (Austropotamobius pallipes) que, curiosamente, conviven con el introducido cangrejo rojo americano. Quizás, la presencia de una notable población de nutrias, cuya base alimenticia se sustenta en estos crustáceos, sea responsable de la convivencia de ambas especies.
No obstante, la administración ambiental andaluza ha diseñado unos pequeños diques en el arroyo de la Fuensanta que impide, en gran medida, el contacto entre las principales poblaciones de ambas especies. Los autóctonos prefieren las cabeceras y el alóctono los tramos intermedios, aunque existen tramos comunes donde conviven. El rojo americano es un insaciable devorador que además contagia a nuestro cangrejo una enfermedad llamada afanamicosis.
Volviendo a la nutria (Lutra lutra), cuyas poblaciones han tenido un gran auge en los últimos años, hemos de decir que es un mamífero carnívoro de cuerpo estilizado y patas cortas, con una gran cola musculosa. Sus dedos están unidos por membranas, lo que le viene de maravilla para moverse en el medio acuático. Sus ojos están capacitados para la visión subacuática. Además de poseer una eficaz dentadura, se ayudan para la caza de un gran oído y olfato. Se alimentan de peces, ratas de agua, reptiles, los referidos cangrejos y anfibios. Son animales territoriales. Cada ejemplar opera en un tramo de río de unos diez kilómetros. La presencia de la nutria en los cursos fluviales malagueños es un bioindicador de la idoneidad de los mismos para la especie.
Los terrenos que recorremos están constituidos por margocalizas ocupadas por un extenso pinar, a cuya sombra prolifera un incipiente encinar. Precisamente, el pino carrasco (Pinus halepensis) es uno de los protagonistas arbóreos del primer tramo de la etapa. Su tronco sinuoso destaca por albergar ramas cuajadas de numerosas piñas secas de años pasados. Las acículas están insertas en grupo de dos. Se adapta a todo tipo de terrenos y tolera perfectamente el clima mediterráneo, aguantando muy bien los ciclos de sequía. Por ese motivo, se ha utilizado frecuentemente en repoblaciones forestales, sobre todo a baja altitud.
El puerto de la Mujer, a 874 m de altitud, nos asomará a una importante porción del fragoso monte Sierra de El Burgo, cuyo titular es la Comunidad Autónoma Andalucía. De aquí se desciende a la pista forestal de la Fuensanta y se sube al área recreativa y de acampada de Los Sauces. En adelante tendremos que recorrer y trasponer varias de las cañadas de la cabecera del arroyo de la Fuensanta, entre ellas la de la Encina, la de la Cuesta de los Hornillos y la de las Bañas, hasta donde llegan algunos rodales de pinsapar bien conservados.
A veces tendremos que cruzar o caminar por las trazas de los cortafuegos, tan necesarios para una eficiente gestión del patrimonio forestal. En algún momento, la senda se asoma al viso que nos descubre el alto valle del río Turón con sus diques y los contrafuertes cortados a pico de la otra margen. En lo más alto de uno de estos riscales se aprecia la barandilla y la escultura del mirador del Guarda Forestal, declarado por su singularidad geológica como Monumento Natural de Andalucía. En estos pinares de repoblación, donde unos desvencijados bancales cubiertos de maltrechos olivos delatan antiguos usos agropecuarios, prolifera una gran cantidad y variedad de orquídeas, sobre todo en los primeros momentos de la primavera.
Otra especie frecuente aquí y casi inexistente en otras áreas del Parque Nacional, es la albaida (Anthyllis citisoides). Entre las aves se hace notar el ruidoso arrendajo (Garrulus glandarius), un córvido de color marrón y negro con franjas turquesas en las alas. Destaca por su negra bigotera y grueso pico. Come casi de todo: frutos de los árboles, bayas, granos, insectos e incluso polluelos de otras aves. Podríamos decir que el arrendajo es el chivato de bosque, pues avisa de cualquier peligro con su canto hosco y reiterado. Igualmente es un buen aliado del bosque, ya que suele enterrar bellotas en los claros del bosque.
Toca descender al lecho de la cañada de la Encina, encajada entre el Monte Alhucemar y la cuerda que se extiende al este entre los cerros de la Cruz y de las Camaretas. El pino crece con fuerza donde antaño, como bien indica el topónimo, moró al encinar; no obstante, los Quercus se recuperan lentamente. En nuestro avance iremos descubriendo las oquedades, algunas alambradas, pertenecientes al conjunto minero de San Eulogio.
La presencia de algunas fuentes, como la de Cueva del Agua y la Chaparrera, es bien aprovechada por el sapo común (Bufo spinosus), anuro de gran tamaño, hechuras toscas y ojos prominentes. El aspecto de su piel es estriado y con abundantes verrugas. Solo acuden al agua para reproducirse, pudiendo recorrer para ello varios kilómetros. La hembra puede poner hasta ocho mil huevos. Se alimenta principalmente de otros anfibios, anélidos, caracoles y artrópodos. Entre sus estrategias de defensa ante los depredadores figura la de aumentar el tamaño de su cuerpo al contener el aire y segrega una sustancia tóxica por la piel y sobre todo sus glándulas parótidas. Sus poblaciones se han visto mermadas debido a los impactos en su hábitat.
El pinsapo, rey de la foresta andaluza, se erige en protagonista del tramo más elevado del recorrido. Hay que señalar el acierto en las políticas forestales, pues de no haberse llevado a cabo las repoblaciones de pinos en los años 60 del pasado siglo, no habría tomado el relevo el abeto andaluz.
La estrella de la foresta andaluza, el pinsapo, tiene su origen en el Plioceno, último periodo de la era Cenozoica, hace unos 5 millones de años. Se establece en nuestro territorio huyendo de la glaciación del Cuaternario que cubre el centro y norte de Europa. Se halla emparentado con otros abetos circunmediterráneos, con quienes comparte un origen común. El Abies pinsapo Boiss es un endemismo exclusivo de la Serranía de Ronda ya que su pariente de la cordillera del Rif, el Abies marocana, es considerado por la comunidad científica como un taxón diferente a pesar de la contrastada apariencia de ambas especies. Fuera de su área natural de crecimiento, hallamos algunos rodales, fruto de repoblaciones, en el Parque Natural Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama (Málaga), en el Parque Natural Sierra de Huétor (Granada), en el Parque Nacional Sierra de Guadarrama (Segovia) y en la Sierra de Santa Cruz (Zaragoza). En la Península Ibérica hallamos igualmente el abeto blanco (Abies alba), circunscrito al área de Pirineos.
En el Parque Nacional Sierra de las Nieves se halla el 85% de las masas de pinsapar, ocupando una extensión aproximada de 3500 hectáreas repartidas, básicamente, entre los montes de Yunquera, Ronda, Parauta, Tolox y El Burgo. Nuestro abeto no tiene una preferencia edáfica especial, ya que lo vemos prosperar en calizas, peridotitas y suelos silíceos. Se desarrolla entre los 1000-1800 metros de altitud, normalmente en cañadas orientadas al norte y con pluviometría superior a los 1000 mm. Soporta muy bien la sequía estival. Presenta la característica forma cónica de los abetos, aunque con la edad, debido a la pérdida de ramas y a las afecciones de los ácaros, tienden a engrosar o adoptar la figura de candelabro. Algunos ejemplares casi alcanzan los 30 metros de altura.
El pinsapo vive coligado a un singular séquito florístico representado por especies como la adelfilla (Daphne laureola var. latifolia), la alhucema (Lavandula lanata), la peonía (Paeonia broteroi y P. coriacea), el eléboro (Helleborus foetidus), la Rubia peregrina, la escasa Atropa baetica o el gavo (Ononis reuteri). En los pastizales del límite del pinsapar abunda el rosal silvestre (Rosa micrantha), el espino majoleto (Crataegus monogyna), la zarzamora (Rubus ulmifolius) y ejemplares aislados de endrino (Prunus spinosa).
Una vez en la pista de la Cueva del Agua, donde existió un vivero de pinsapos y otros árboles hasta tiempos no muy lejanos, no dejaremos de ascender hasta alcanzar el punto más elevado del GR-243 en el puerto del Pilón de las Tres Puertas, a 1.274 m de altitud. El posterior descenso hasta el puerto del Saucillo se realiza a través de un cerrado pinsapar donde descuella un ejemplar conocido como pinsapo Candelabro reconocido como Árbol Singular de Andalucía. El cercano mirador del Saucillo nos abrirá una amplia panorámica al valle del Guadalhorce y a varios espacios naturales protegidos como el Torcal de Antequera, las sierras Tejeda y Almijara o la extensa Sierra Nevada. Desde el mirador y aparcamiento siempre caminaremos por la amplia pista forestal, ganando de nuevo terreno el pinar y hallando un mosaico de manchas forestales y cultivos diversos.
Hasta llegar a Yunquera se camina entre un dosel vegetal variado, donde destacan los cultivos de castaños y cerezos. Casi finalizando la etapa, son los olivares y los viñedos quienes toman el relevo.
Ecosistemas y Paisajes destacables
Pinsapar. Matorral mediterráneo. Pinar. Valle del Río Turón. Formaciones calizas.
Relieve montañoso. Olivares de cultivo en el primer tramo y pinares de repoblación en una gran parte del trayecto. Grandes masas de pinsapos, en el interior el Parque Natural Sierra de las Nieves. También zonas de castaños, viñas y retazos de encinares.
Recomendaciones
Un tramo de esta etapa discurre por zona de máxima protección ambiental del Parque Natural Sierra de las Nieves, por lo que se recomienda la solicitud de permiso a la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Muy importante respetar la propiedad privada.